El primer número de la revista Carapachay fue concebido, íntegramente, como una revista digital. En el andar surgió la posibilidad, gracias a los amigos de la editorial Caterva (Mauro Miletti y Matías Rodeiro), de publicarla también en papel. De modo que, a partir de este número, el segundo, movimiento temeroso y necesario que nos separa del germen y el destino de fuego fatuo, la revista comienza a ser concebida tanto digitalmente como en el formato tradicional del papel. Eso creemos amplía los horizontes, nos arroja a una deriva insospechada. Al recorrido imposible de imaginar del mundo digital, el recorrido no menos inimaginable del papel. Ambos mundos trazan un mapa, una cartografía de circulaciones, avistajes, botellas arrojadas. Un mapa que se aproxima al devenir mismo de los ríos. «El río es imposible de representar», nos dice Liliana Herrero en la emotiva entrevista que nos regaló. «El río es memoria y conflicto», es ritmo y niebla.
Carapachay es para nosotros un laboratorio de la escritura en el que, los ríos, el agua, funcionan como metáfora del pensamiento, de la literatura, de la imagen vuelta prisma. Con distancia, tensionando los espacios académicos, nos valemos de la metáfora del delta para explorar nuestra propia palabra, nuestra propia manera de mirar el mundo.
Agradecemos a todos los colaboradores de este segundo número que hacen posible y enriquecen la revista. Y finalmente también en este registro, no podemos dejar de nombrar acá, con cierto pesar pero aún esperanzados, a La Sanmartiniana, un hermoso barco, a su hermosa tripulación y a Julio César Urien, quienes después de enfrentar las duras tempestades de los mares del sur, tuvieron que enfrentar, y lo siguen haciendo aún hoy, las tempestades desatadas por una prensa intolerante y malintencionada. Porque su travesía sea interminable en la memoria y en el conflicto.