Poemas por Juan Fernando Garcia

de Sobre el Carapachay (Editorial Leviatán, 2017)


Arrastra una música ideal, este

invierno del Delta. Los instantes

que van del murmullo matutino

de pájaros, a las casuarinas insistentes:

silbidos de amistades trabadas

en la misma selva inmaterial

que es su intemperie.

Cielo celeste en el domingo

remontando las curvas suaves

kilómetro a kilómetro

de nuestro Carapachay.

Puras amabilidades

para los que atravesamos

con estilo encebollado y serio

las tibiezas de un sol que dura poco.

Oro en las copas de los árboles oro

en los muelles.

***

Por los caminos

que la noche entrega

en esos brillos lejanos

de relámpagos;

los tiempos tristes,

los deseos diurnos,

todo disuelto en esas brumas

que a tiempo digo: no son certezas

mas el relato inquieto en lo evocado

quiere ver brumas en mañanas ciertas.

Así es el río, así

sus relativas transparencias

pero hay quien enhebra

sonidos y raíces

y tiende  a establecer

su próxima morada

entre esos árboles de estirpe vieja

a ritmo cadencioso bordando un surco

mientras el remo insiste en avanzar

radiante

cuando es de agosto la luz

la luz en la mirada.

Poemas inéditos


de la serie Abril

3.

para María Elina Méndez

A lo lejos

ese canto lastimero

que es más parecido

a una queja, llama a mi corazón

y ahí dirijo atentos

ojo y oído

pero no distingo

tan siquiera la enramada

de donde proviene.

Como un diario de lo inefable

podría agrupar

como una antología bizarra

descripciones de sonidos

de ciertas aves que rara vez

podemos identificar.

Mágica tarea la del ornitólogo

que paso a paso

cautelosamente registra

llamadas, cantos y alarmas

y sabe qué hermosa y fina línea

separa lo que alegra el corazón

de lo que lo inquieta.




Agosto en el río


Anclado, atado a esta posición

-ángulo desde donde miro

el muelle destruido

entre los robledales:

punto / corte

brillo en la orilla de enfrente.

Hachazo en la mirada

y cae el árbol que inclinado

fue durmiéndose en el río.

Esa luz en la tarde

-después de la mañana

gris lluviosa-

trae los reflejos que retintinean

en el vaso de vino

tinto. Brindis

por el viento agazapado

y brindis

por los siete cantos sucesivos:

los pájaros llaman

a sus crías, cuando

todo es un escándalo

en el ramaje

porque la tarde

trae a la noche

en la penumbra hueca.

Domingo

más luminoso, imposible.

Así de generoso

agosto.

Y replican zorzales, calandrias

y el aleteo fulgurante

del colibrí en la aljaba.

Duerme su siesta

el enamorado.

Se posa en su frente

la mariposa blanca.

Este domingo

no pedimos más

¡la risa, la risa!

y que el viento nos despeine

¿quién vino a esta orilla

a silbar

su inclemente llanto?

Brotes de agosto. Todo son brotes.

Los jazmines, las hortensias,

el durazno bajo.

Todo son brotes. El alcanforero

y esos azahares rosados

lustrosos del limonero.

Agosto.

El rumor de la lancha

a un kilómetro apenas

y el dorado encallado

en la palmera.

Inaugurales, matutinas

saludan las pavitas

pendulantes desde la rama

del fresno.




de CHARO. los poemas de mi padre


Después de la lluvia

de esta lluvia persistente

la fragancia del pino te trae

y recuerdo aquella caminata

que hicimos entre el bosque y la costa

era diciembre

y tu cuerpo aún débil saliendo

de una nueva batalla

mantenía la erguida altivez

tu elegancia.

Hablamos de cierta manera del futuro.

Y volvimos tarareando un tango

esa alianza que desde la adolescencia

cruzamos en las charlas

como un don de los dos, sólo nuestro.

El brillo de este pino y aquel

con sus fragancias

también es el don que me guardo

para mi pequeña eternidad.

***

El saco azul que heredé de Charo

resulta ideal para esta primavera.

Me lo pruebo por primera vez

de ese fin de diciembre en que recién muerto

mi madre desbordada, repartía las prendas.

Te queda pintado, me hubieras dicho.

Y sin dudarlo, decidirías que era para mí.

Pero no llegamos a esa transacción

que siempre hablaba de tu generosidad,

de tu desinterés por esas cosas nimias.

Luzco el blazer

con la clara intención de subrayar

su carácter. Tu saco azul, de dos botones

es una herencia razonable

para un trabajador portuario.

Cuando me resuelvo a tomar la calle

meto en el bolsillo la mano con la llave.

Un papelito con tu letra inconfundible:

la dirección exacta

de la fiesta de nuestro casamiento

para el que te habías comprado

este precioso saco.

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