de Sobre el Carapachay (Editorial Leviatán, 2017)
Arrastra una música ideal, este
invierno del Delta. Los instantes
que van del murmullo matutino
de pájaros, a las casuarinas insistentes:
silbidos de amistades trabadas
en la misma selva inmaterial
que es su intemperie.
Cielo celeste en el domingo
remontando las curvas suaves
kilómetro a kilómetro
de nuestro Carapachay.
Puras amabilidades
para los que atravesamos
con estilo encebollado y serio

las tibiezas de un sol que dura poco.
Oro en las copas de los árboles oro
en los muelles.
***
Por los caminos
que la noche entrega
en esos brillos lejanos
de relámpagos;
los tiempos tristes,
los deseos diurnos,
todo disuelto en esas brumas
que a tiempo digo: no son certezas
mas el relato inquieto en lo evocado
quiere ver brumas en mañanas ciertas.
Así es el río, así
sus relativas transparencias
pero hay quien enhebra
sonidos y raíces
y tiende a establecer
su próxima morada
entre esos árboles de estirpe vieja
a ritmo cadencioso bordando un surco
mientras el remo insiste en avanzar
radiante
cuando es de agosto la luz
la luz en la mirada.
Poemas inéditos
de la serie Abril
3.
para María Elina Méndez
A lo lejos
ese canto lastimero
que es más parecido
a una queja, llama a mi corazón
y ahí dirijo atentos
ojo y oído
pero no distingo
tan siquiera la enramada
de donde proviene.
Como un diario de lo inefable
podría agrupar
como una antología bizarra
descripciones de sonidos
de ciertas aves que rara vez
podemos identificar.
Mágica tarea la del ornitólogo
que paso a paso
cautelosamente registra
llamadas, cantos y alarmas
y sabe qué hermosa y fina línea
separa lo que alegra el corazón
de lo que lo inquieta.
Agosto en el río
Anclado, atado a esta posición
-ángulo desde donde miro
el muelle destruido
entre los robledales:
punto / corte
brillo en la orilla de enfrente.
Hachazo en la mirada
y cae el árbol que inclinado
fue durmiéndose en el río.
Esa luz en la tarde
-después de la mañana
gris lluviosa-
trae los reflejos que retintinean
en el vaso de vino
tinto. Brindis
por el viento agazapado
y brindis
por los siete cantos sucesivos:
los pájaros llaman
a sus crías, cuando
todo es un escándalo
en el ramaje
porque la tarde
trae a la noche
en la penumbra hueca.
Domingo
más luminoso, imposible.
Así de generoso
agosto.
Y replican zorzales, calandrias
y el aleteo fulgurante
del colibrí en la aljaba.
Duerme su siesta
el enamorado.
Se posa en su frente
la mariposa blanca.
Este domingo
no pedimos más
¡la risa, la risa!
y que el viento nos despeine
¿quién vino a esta orilla
a silbar
su inclemente llanto?
Brotes de agosto. Todo son brotes.
Los jazmines, las hortensias,
el durazno bajo.
Todo son brotes. El alcanforero
y esos azahares rosados
lustrosos del limonero.
Agosto.
El rumor de la lancha
a un kilómetro apenas
y el dorado encallado
en la palmera.
Inaugurales, matutinas
saludan las pavitas
pendulantes desde la rama
del fresno.
de CHARO. los poemas de mi padre
Después de la lluvia
de esta lluvia persistente
la fragancia del pino te trae
y recuerdo aquella caminata
que hicimos entre el bosque y la costa
era diciembre
y tu cuerpo aún débil saliendo
de una nueva batalla
mantenía la erguida altivez
tu elegancia.
Hablamos de cierta manera del futuro.
Y volvimos tarareando un tango
esa alianza que desde la adolescencia
cruzamos en las charlas
como un don de los dos, sólo nuestro.
El brillo de este pino y aquel
con sus fragancias
también es el don que me guardo
para mi pequeña eternidad.
***
El saco azul que heredé de Charo
resulta ideal para esta primavera.
Me lo pruebo por primera vez
de ese fin de diciembre en que recién muerto
mi madre desbordada, repartía las prendas.
Te queda pintado, me hubieras dicho.
Y sin dudarlo, decidirías que era para mí.
Pero no llegamos a esa transacción
que siempre hablaba de tu generosidad,
de tu desinterés por esas cosas nimias.
Luzco el blazer
con la clara intención de subrayar
su carácter. Tu saco azul, de dos botones
es una herencia razonable
para un trabajador portuario.
Cuando me resuelvo a tomar la calle
meto en el bolsillo la mano con la llave.
Un papelito con tu letra inconfundible:
la dirección exacta
de la fiesta de nuestro casamiento
para el que te habías comprado
este precioso saco.