Estos poemas se empezaron a escribir el 30 de agosto de este año, 4 días después de la muerte de mi padre. Son ejercicios, bocetos.
1
¿Cómo recordarán mis hijos
los días que pasamos juntos
este agosto de 2019,
la impaciencia por la primavera que no llega
mis olvidos
el esfuerzo?
Tres varones, una madre en un departamento
que de noche se cierra y los traga
como la boca de una serpiente.
Tenía un pasillo largo que decoramos con un mural:
tres ciervos, uno por cada uno de nosotros.
Los veo: están sentados a la mesa de un bar.
Acabo de morir, están solos y me recuerdan.
Revuelven el café como nosotros, recién
diez días después de la muerte de papá,
comen tostadas
toman un jugo que les parece demasiado dulce.
La conversación es pausada
se miran esperando algo
pero no saben qué. Uno recuerda Miramar,
puede recrear la escena:
estábamos solos con mamá
el centro parecía desolado
¿por qué había tan poca gente esa noche?
era una calle lateral y comíamos pizza en una mesa en la vereda
la tristeza se palpaba en el aire
¿pero no son todos los balnearios de la provincia
un poco así? No sé quién dice una frase
quién la otra. Solo que después
se quedan callados, toman sus cafés
alguno se despide porque siente la falta,
porque la falta es un hachazo en medio del pecho
rehuye el abrazo, sale al calor de la mañana.
2
Mi marido me manda mensajes.
Estoy por salir de Bogotá, Ya en Lima
Ahora por embarcar a CDMX
y así. Desde la cocina, con la cacerola al fuego
mientras le alcanzo el pijama a alguno
o cuando manejo ida y vuelta hacia el colegio
sus palabras parecen venir de un universo paralelo
al que hay que responder
con frases del tipo bien, te extraño,
¿cómo te fue?, etc.
Un día le escribí un mensaje que parecía un poema.
Podría transcribirlo
pero se repetía demasiado
el infinitivo ar, y la frase
la falta de papá resultaba cacofónica.
3
Anotaba los gastos del día
como quien escribe hoy me encontré con mis hijos o
hay que comprar fruta o amaneció nublado.
Lo hacía en papeles sueltos
escribía números apretados, prolijos
que después pasaba a una agenda.
El trazo es ligero
apenas levanta la lapicera de la hoja.
Papá escribía, registraba: tenía un diario íntimo
hecho de cifras pequeñas. Una vez
entró a mi cuarto, yo tendría quince, dieciséis
o quizás más, quizás ya veinte
trabajaba medio día en una oficina
ayudaba en la economía de la casa,
me preguntó qué eran todos esos papeles,
¿qué vas a hacer con esos papeles?
Eran fragmentos, poemas.
Los dos creíamos en un lenguaje cifrado.
De todas maneras, la pregunta persiste
¿qué voy a hacer con estos papeles?
4
Mi marido tampoco estuvo cuando murió mamá
se quedó en Chicago
tuve que subirme a un avión con las nenas,
yo también estuve sola.
Mi amiga lo dice así en un audio
o lo dice al revés: empieza con yo también estuve sola
y después agrega eso de la muerte de la madre
el avión y las nenas. Tampoco estoy segura
si dice tuve que subirme a un avión
si pone el acento ahí
en lo que costó ese viaje.
El resto del audio es un silencio
interrumpido por la palabra nada
nada, bueno, nada.
5
Postergaría todo,
salvo estos poemas.
6
Volvió una madrugada.
Traía una valija pequeña
que apoyó contra la pared del living.
Habían sido sólo doce días: los que iban
desde el entierro al 5 de septiembre
pero parecían años.
Caminamos en silencio por el pasillo
sin despertar a los chicos.
De a poco algo cedió.
Dejé que me tapara si hacía frío
sonreí sin pensar demasiado en lo que decía
o dejaba de decir
estábamos desandando el camino
volvíamos a algún punto previo
más antiguo
como esos animales
que a medias, nadan o se arrastran
por el fondo pulido de los lagos.
7
En lugar de corregir, escribo.
Nunca antes me había pasado.
Voy poema por poema
como si probara un licor exótico.
No es el gusto envejecido de las palabras
borradas y vueltas a escribir mil veces.
No quiero decir: tenía que morir el padre
para que ella diera en la tecla.
Pero algo de eso hay
y no importa quien duerma en mi cama
quién me espere
quién recorra el mundo en mi nombre.
8
Ahora habla de un viaje a Paraguay.
Es sólo un día y pregunta si viene mejor
miércoles o jueves; viernes no
el pasaje sale el doble.
También tiene que viajar a Orlando
y quizás lo empalme con México.
Son viajes de mucho trabajo. No hay tiempo
para tomar un trago en una barra o
tener una aventura con alguna mujer de negocios.
Le creo. Yo tampoco tengo tiempo
entre la biblioteca, los chicos, los talleres.
Además es un hombre que daría todo por su familia.
Entonces le cuento mis planes.
Quiero ir a Israel: el mar
de Galilea, el desierto de Neguev.
Me mira y sonríe.
Mi viaje es lejano e improbable.
9
Estoy en la otra punta de la casa.
Nadie puede alcanzarme.
Tomo aire en el balcón
como el buzo
que sale a la superficie,
las suculentas engordan
el malvón
por fin, ¿dará flores?
y pegaste en una tecla llena de arte y paisajes, colores tan lindos! Sos una gran artista y tu musa tu papá!!! te quiero!! Me encanto compartir una noche de tacos con ustedes! besote amiga escritora, amgia del alma
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