Mi marido me manda mensajes por Carolina Esses

Estos poemas se empezaron a escribir el 30 de agosto de este año, 4 días después de la muerte de mi padre. Son ejercicios, bocetos. 

1

¿Cómo recordarán mis hijos

los días que pasamos juntos

este agosto de 2019,

la impaciencia por la primavera que no llega 

mis olvidos 

el esfuerzo?

Tres varones, una madre en un departamento

que de noche se cierra y los traga

como la boca de una serpiente.

Tenía un pasillo largo que decoramos con un mural: 

tres ciervos, uno por cada uno de nosotros.

Los veo: están sentados a la mesa de un bar. 

Acabo de morir, están solos y me recuerdan. 

Revuelven el café como nosotros, recién

diez días después de la muerte de papá,

comen tostadas

toman un jugo que les parece demasiado dulce.

La conversación es pausada

se miran esperando algo

pero no saben qué. Uno recuerda Miramar, 

puede recrear la escena:

estábamos solos con mamá

el centro parecía desolado

¿por qué había tan poca gente esa noche?

era una calle lateral y comíamos pizza en una mesa en la vereda

la tristeza se palpaba en el aire

¿pero no son todos los balnearios de la provincia

un poco así? No sé quién dice una frase

quién la otra. Solo que después

se quedan callados, toman sus cafés

alguno se despide porque siente la falta, 

porque la falta es un hachazo en medio del pecho

rehuye el abrazo, sale al calor de la mañana.


2

Mi marido me manda mensajes.

Estoy por salir de Bogotá, Ya en Lima

Ahora por embarcar a CDMX

y así. Desde la cocina, con la cacerola al fuego

mientras le alcanzo el pijama a alguno

o cuando manejo ida y vuelta hacia el colegio

sus palabras parecen venir de un universo paralelo

al que hay que responder

con frases del tipo bien, te extraño,

¿cómo te fue?, etc. 

Un día le escribí un mensaje que parecía un poema.

Podría transcribirlo

pero se repetía demasiado 

el infinitivo ar, y la frase 

la falta de papá resultaba cacofónica.


3

Anotaba los gastos del día

como quien escribe hoy me encontré con mis hijos o

hay que comprar fruta o amaneció nublado.

Lo hacía en papeles sueltos

escribía números apretados, prolijos

que después pasaba a una agenda.

El trazo es ligero

apenas levanta la lapicera de la hoja.

Papá escribía, registraba: tenía un diario íntimo

hecho de cifras pequeñas. Una vez 

entró a mi cuarto, yo tendría quince, dieciséis 

o quizás más, quizás ya veinte

trabajaba medio día en una oficina

ayudaba en la economía de la casa, 

me preguntó qué eran todos esos papeles,

¿qué vas a hacer con esos papeles?

Eran fragmentos, poemas.

Los dos creíamos en un lenguaje cifrado.

De todas maneras, la pregunta persiste

¿qué voy a hacer con estos papeles?


4

Mi marido tampoco estuvo cuando murió mamá 

se quedó en Chicago

tuve que subirme a un avión con las nenas,

yo también estuve sola. 

Mi amiga lo dice así en un audio

o lo dice al revés: empieza con yo también estuve sola

y después agrega eso de la muerte de la madre

el avión y las nenas. Tampoco estoy segura

si dice tuve que subirme a un avión 

si pone el acento ahí

en lo que costó ese viaje. 

El resto del audio es un silencio 

interrumpido por la palabra nada

nada, bueno, nada.


5

Postergaría todo,

salvo estos poemas.


6

Volvió una madrugada.

Traía una valija pequeña

que apoyó contra la pared del living. 

Habían sido sólo doce días: los que iban

desde el entierro al 5 de septiembre

pero parecían años. 

Caminamos en silencio por el pasillo

sin despertar a los chicos. 

De a poco algo cedió.

Dejé que me tapara si hacía frío

sonreí sin pensar demasiado en lo que decía

o dejaba de decir

estábamos desandando el camino

volvíamos a algún punto previo

más antiguo

como esos animales 

que a medias, nadan o se arrastran

por el fondo pulido de los lagos.


7

En lugar de corregir, escribo. 

Nunca antes me había pasado.

Voy poema por poema

como si probara un licor exótico.

No es el gusto envejecido de las palabras

borradas y vueltas a escribir mil veces. 

No quiero decir: tenía que morir el padre

para que ella diera en la tecla. 

Pero algo de eso hay

y no importa quien duerma en mi cama

quién me espere

quién recorra el mundo en mi nombre.


8

Ahora habla de un viaje a Paraguay. 

Es sólo un día y pregunta si viene mejor

miércoles o jueves; viernes no

el pasaje sale el doble. 

También tiene que viajar a Orlando

y quizás lo empalme con México. 

Son viajes de mucho trabajo. No hay tiempo

para tomar un trago en una barra o

tener una aventura con alguna mujer de negocios. 

Le creo. Yo tampoco tengo tiempo

entre la biblioteca, los chicos, los talleres.

Además es un hombre que daría todo por su familia. 

Entonces le cuento mis planes. 

Quiero ir a Israel: el mar

de Galilea, el desierto de Neguev.

Me mira y sonríe. 

Mi viaje es lejano e improbable. 


9

Estoy en la otra punta de la casa. 

Nadie puede alcanzarme. 

Tomo aire en el balcón

como el buzo 

que sale a la superficie, 

las suculentas engordan

el malvón

por fin, ¿dará flores?

Un comentario en “Mi marido me manda mensajes por Carolina Esses

  1. y pegaste en una tecla llena de arte y paisajes, colores tan lindos! Sos una gran artista y tu musa tu papá!!! te quiero!! Me encanto compartir una noche de tacos con ustedes! besote amiga escritora, amgia del alma

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