¿Puede la soledad reflejar mayor hondura que la visión de una vaca pastando en un jardín? ¿Tal vez sea equiparable a la de un joven chino que pasea por un parque un repollo atado a una cuerda, como si se tratara de una mascota? ¿O a la de una persona que comparte los servicios de la misma peluquería con su perra minúscula? ¿Acaso haya que buscarla en quien rescata un pichón de ave rarísima de las garras de un chimango y se aferra a la misión casi imposible de devolverle la vida? El desconcierto puede ser apenas una de las puertas de entrada a estas historias, en las que el lector se irá encontrando con un amplio abanico de sensaciones que abarcan desde el humor a la crueldad.
Faunas es el título del libro que contiene trece cuentos: el primero de este género que escribe Patricia Ratto, el cuarto que recientemente ha publicado el sello Adriana Hidalgo editora. Pequeños hombres blancos (2006), Nudos (2008) y Trasfondo (2012) son las novelas que sientan el antecedente de un estilo narrativo sin fisuras y particularísimo, al cual Arturo Carrera ha dado en denominar “el enigma Ratto”. Es que con este libro la autora presenta un quiebre de estilo y temática respecto de los anteriores -una trilogía de sucesos acontecidos en distintos escenarios del pasado, con la dictadura como telón de fondo- y sin embargo conserva un hilo conductor, una trama sutil que enhebra las novelas con estas historias breves, situadas en un tiempo presente y actualísimo, donde los personajes discurren en situaciones de cotidianidad, y de pronto desnudan lo más siniestro de su condición.
El título alude a un denominador común: en cada cuento hay animales en interacción con personas. Las más disímiles especies -no precisamente en la concepción tradicional de fauna, que remite a la vida gregaria en un territorio común, en condición natural y salvaje- aparecen como ejemplar único en relación progresivamente simbiótica con un ser humano que también vive solo. Y si en algunas situaciones excepcionales están en grupo, esto ocurre en espacios urbanos alienantes y tristes, donde han sido domesticados y están a merced de necesidades y deseos de las personas.
Visto así, el libro está lejos de ser un tratado de zoología, pues los animales son el punto de partida desde el cual Patricia Ratto pone en tensión y cuestión a la condición humana, a través de personajes en los que podemos encontrar algunas reminiscencias de las criaturas del Bestiario de Julio Cortázar, pero con lenguaje novedoso y superador, que rompe con los formatos convencionales y alcanza un tono singular, potente, donde la verosimilitud sucede.
La escritora ubica sus historias en los ambientes más diversos: el Tandil donde vive, un pueblo pequeño y cercano que no identifica, la soledad desértica de un paraje casi ignoto de nuestra Patagonia, la plaza o el parque de una ciudad cualquiera, pero también en Tokio, en Seúl o en una gran urbe que tampoco nombra. En todos esos lugares, ya se trate de departamentos minúsculos, de mansiones minimalistas o de la pampa y el desierto, hay gente que está sola, cuyos comportamientos pueden desplegar el costado más oscuro cuando menos se lo espera.
Entre los muchos aciertos de este libro impecable no puede omitirse la contemporaneidad de su lectura, que dialoga en tempo literario con las problemáticas filosóficas que abordan Derrida, Delleuze, Agamben entre otros pensadores. Ratto refleja las consecuencias perturbadoras del tiempo presente y de la aldea global; los conflictos están atravesados por lo que sigue a la postmodernidad; sus personajes son hijos de los efectos de un consumismo extremo, de la hiperconectividad, de los espacios donde viven los que no tienen espacio y enfrentan situaciones que asfixian y despersonalizan.
Patricia Ratto defiende la escritura que se gesta desde la incomodidad: lo que se entiende como la búsqueda constante de nuevas maneras de contar y sugerir sin mostrar, sin juzgar ni tomar partido. Su logro queda expuesto en la habilidad con que maneja diferentes tiempos narrativos, a punto de darle voz a un narrador que es capaz de contar en futuro lo que con certeza sabe que sucederá, aun cuando esto no ha ocurrido.
De prosa excelente, Faunas invita a ser leído con fruición ya sea por lectores voraces, de esos que devoran historias diversas e inquietantes de un solo tirón, o por los que eligen bucear cada propuesta y deben parar a tomarse un tiempo de respiro, atravesados por esas criaturas que habitan sus páginas. De una o de otra manera habrán de encontrarse, desde la identificación o desde el rechazo, con esos humanos en convivencia empática con las faunas, impelidos a reconocer o a asumir dolorosamente la derrota de un mundo que no los tiene en cuenta, que los incluye en apariencia o los relega haciéndoles pagar altísimos costos.
En lo que podría denominarse como lo que sigue al llamado “estado de bienestar”, Patricia Ratto no da recetas, no sintetiza apotegmas ni pregona apocalipsis. Tan sólo narra… y teje tramas que conducen a mirarnos introspectivamente con cada historia, para empezar a entender quiénes somos o en qué nos hemos convertido, toda vez que nos toca convivir con la humanidad que emana de nuestro propio reflejo.