En mayo de 2015, hace seis años, publicamos el primer número de Carapachay. La presentación se realizó en la vieja sede de la Fundación TEM, ahí mismo donde funciona la Biblioteca Municipal en la que alguna vez Borges trabajó. María Pía López y Juan Bautista Duizede fueron quienes le dieron la bienvenida a la revista. Y nosotros, Luciano Guiñazú, Hernán Ronsino y Sebastián Russo, estábamos felices y sorprendidos porque aquella idea de armar una revista que hable de islas, de ríos, de embarcaciones, que retome, como una sentencia, la cita de Sarmiento: la guerrilla del junco; estaba tomando forma.
Así comenzó un largo camino, seis años de entrevistas, cruces epistolares, voces tan diversas (ensayistas, fotógrafos, pintores, cuentistas, poetas, dramaturgos, novelistas, sociólogos, cineastas) que hicieron de este espacio una especie de embarcación que nos permitió transitar años duros, intensos. La idea de embarcación supone una grupalidad que comparte un puñado de ideas y de sentimientos fundamentales. Tratamos de transmitir desde la escritura, desde las imágenes ese espíritu.
Hoy, con este número 14, la embarcación llega finalmente a un puerto. Llega para despedirse, despedirse desde la celebración. Por eso casi todos los textos de este número están pensando diversas formas de la partida, incluso, claro, las notables fotos de Rafael Calviño, curadas por Daniel Muchiut.
Agradecemos a todos los colaboradores que han hecho posible esta publicación a lo largo de estos años (voces de larga trayectoria conviviendo con voces nuevas) y a los fieles lectores -el 2020, el año de la peste, fue el año de mayor número de lectores que hemos tenido-. Nos pone muy felices haber compartido este espacio y nos despedimos sabiendo, al mismo tiempo, que, como dice Tuñón en alguno de sus versos, siempre “estamos en una encrucijada de caminos que llegan y caminos que parten”.
