En este sexto número de la revista Carapachay o la guerrilla del junco, dos son los temas que con mayor regularidad aparecen: la memoria y la historia. Hablamos de dos elementos que no siempre son considerados en sus interrelaciones sino, más bien, sólo a partir de su oposición aparente. Además, creemos, se expresan en este número de una forma novedosa.
Un hombre que muere, un desierto que se forma por el abandono del agua y un río que estuvo acá y ya no está. Un pirata, el recuerdo de una niña que dibuja, un perro que olfatea los humedales y un barco, una lancha colectiva. Elementos dispersos, fragmentos, imágenes y anécdotas, que se van aglutinando y van dándole forma a este número; moldeándolo, definiéndolo. Sin embargo, no es un mero conjunto de imágenes tomadas al azar, ni un puñado de bellas e inconexas anécdotas lo que define este número; sino más bien, las innumerables fibras que unen esas imágenes y anécdotas, la sabia vital que hace que esas imágenes adquieran sentido en este presente, por momentos, incierto. Esos son los materiales con los que está hecha esta revista; porque esos son, y no por casualidad, los materiales con los que la memoria va construyendo la historia; esos son los materiales con los que los recuerdos va determinando una geografía; y esos son, en definitiva, los materiales con los que una literatura, entre otras cosas, va definiendo una patria. Y esto último, no como carga, no como imposición, no como pulsión disciplinar; sino como sustento ontológico de un decir y un hacer empeñados en no dejarse caer en la constante invitación a vivir en un presente continuo y efímero, sin pasado y, por supuesto, también sin futuro.
En este sexto número de la revista Carapachay o la guerrilla del junco, entonces, hablamos por sobre todo de esto: de aquello que hace que estos fragmentos puedan pensarse como constituyendo una unidad.