Entrevista (con mensajes de texto incluidos) al músico y poeta platense Martín Raninqueo, a propósito del disco que le dedicó a la pampa de agua.
Estamos en marzo, en un pueblito semi-rural, entre la ruta 36 y el Río de la Plata. Cae lento el último rayo de sol. Después de varios días de un calor que debería estar prohibido, la cosa se pone templada. Disfrutando las siluetas de unos caballos sueltos que hacen la suya en un terreno lindero, pienso: «mates y charla, acá». Buen plan…
Pero lo primero que escucho al llegar a la tranquera de la casa de Martín Raninqueo, músico y poeta platense nacido el 20 de junio de 1962, trae otro registro: «Estoy en mitad de un quilombo familiar».
Mi respuesta es natural: «Será otro día, no pasa nada. Aunque severos, los editores de Carapachay sabrán comprender». Después de todo, solo es cuestión de pegar media vuelta y volver a casa caminando, desandando trescientos metros de calle de tierra en los que lo más grave que puede pasarme es el ataque aéreo de unos teros, si acaso me intuyen como un peligro para sus charitos.
Celular en mano mediante, Raninqueo balbucea, duda. Dice, ya bajo la galería de su hogar: «Dejame hacer un llamado más y empecemos a charlar, a ver qué sale». Dicho y hecho. Cayó la noche, definitivamente. La oscuridad se comió a los caballos y, ay, el termo del mate que nunca fue adoptó la forma de una botella de Isenbeck; de varias botellas de Isenbeck, si nos circunscribimos a cierto rigor periodístico.
Martín Raninqueo nació en La Plata en junio de 1962. Es poeta y músico. Publicó dos libros de poesía: Poemas al flautista y otros poemas y canciones (2003) y Haikus de guerra (2011). En el año 2000 grabó, junto a Gustavo Caso Rosendi, el CD Poemas. Es autor de los discos: ffff… (2001), Gorrión criollo (2007) y Río ir (2012). Raninqueo también es ex-combatiente de Malvinas, experiencia de la cual le dijo recientemente a la Revista Veintitrés: “Malvinas fue una gran escuela. Una gran escuela en miserias humanas pero también una gran escuela política”.
:: Esa otra pampa
La principal excusa para ir a charlar a la casa de Raninqueo fue la publicación de Río ir, su último disco; bellísimo palíndromo que condensa su mirada sobre esa otra pampa.
Lo primero que se me ocurre preguntarle a Raninqueo es cómo fue el proceso llegar al río como eje temático para abordar un disco. ¿El río lo eligió a él o bien…? “Bueno, era un tema que yo ya venía trabajando en otros discos e incluso en poemas que incluí en mi primer libro. A su vez, no era la idea encarar una obra conceptual. Sin embargo, se fueron acumulando las canciones y, por el otro, descubrí que el Río de la Plata no tiene un temario o un poemario como sí lo tiene el Paraná, donde está Juanele, Madariaga… está la cancionística del litoral, con Ayala como emblema. Por supuesto, yo no inauguré nada, pero lo que sí vi es que no hay obras, sino cosas sueltas. Así empezó a tomar forma Río ir. Para mí, hacer canciones es cosa vital, es mi manera de andar, mi forma de vida. Hacer canciones es como usar un bastón. Yo no pienso si mañana van a funcionar, si van a gustar. Las hago porque son mi forma de vida. Cuando vi que había material para agrupar, un cancionero, entendí que eso se podía transformar en un disco. El concepto llegó de manera natural”.
Sobre el armado del disco, el concepto, digamos, Raninqueo es tajante: “Creo que salió intuitivamente. Pero eso sí, tenía que terminar con una canción de cuna al río. Así lo que quería ver yo, descansando, después de tanto maltrato. Hoy, el río es una foto de Marcos López”.
Para ubicar espacial y cronológicamente el vínculo de Raninqueo con la costa rioplatense hay que trasladarse a Punta Lara y a la infancia del entrevistado. “En el setenta y pico, mis viejos compraron un terreno en Punta Lara. Soy como un testigo de lo que fue ese fragmento de nuestra costa como metáfora de la Argentina en su vaciamiento. De los recreos sindicales en decadencia, de muelles clausurados por abandono… y de ese río al que arrojaron tantos cuerpos. Me doy cuenta, ahora que pasó cierto tiempo, que si bien hay cierto escenario paisajístico al que también le canto, desde cierta búsqueda impresionista, digamos, también está el río atravesado por las cuestiones personales, familiares y, sobre todo, por la historia”.
:: Cuando el río suena
Luego de un intercambio de vicisitudes personales que no vienen al caso, el entrevistado y yo nos ponemos inmediatamente de acuerdo en que nada grave puede pasar si salimos a la vastedad del campo –en serio, hay varias cuadras sin una sola gota de luz–, bicicleta con canasto demodé mediante, a buscar algo para picar. Y de paso, claro, adquirir algunas Isenbeck (no retornables) más. Por cuestiones de cortesía para con el entrevistado –y también por cuestiones de edad–, me ofrezco para salir a comprar… Antes de subirme a la playera, le propongo que se tome los quince minutos (o los quince días, si de golpe no vi cierto alambrado colocado imprudentemente) que puedo tardar en volver, para pensar en los sonidos del disco.
“La cancionística del litoral está más definida… La del Río de la Plata no tanto. Si lo pensás desde Montevideo, por ejemplo, la cosa se pone más clara. Cabrera, hablando del candombe, dice algo muy lindo: ‘ese género no me necesita’. De este lado, el tango que nació orillero, se desplazó a la ciudad… Sí hay en Río ir una atmósfera. Básicamente, porque he sido cruzado por otros cantautores, como Alejandro del Prado –aquel de “Y traigo de otro siglo / baranda de fomentos / kerosén, eucaliptos, azufre / linimento, chicles y ceniceros”–, de este lado o el mismo Cabrera, del otro, entre tantos otros. Además, lo que nosotros hacemos, por cuestiones generacionales, está marcado por el rock. A todos estos cruces hay que sumarle la mano de Diego Rolón, que me conoce desde que teníamos 20 años”.
:: El patio de atrás
Cuando se habla de Buenos Aires y su vínculo con la costa, suele decirse que le ha dado la espalda al río. En La Plata, la cosa fue aún más grave: una de las Plantas de Enterramiento Sistemático de Basura del CEAMSE está a metros de las playas de Punta Lara. “Hace décadas, esa geografía tan nuestra tiene una sordidez espeluznante. Es el patio de atrás de la región”.
Raninqueo siquiera afloja su mirada crítica, siquiera echando una mirada hacia atrás, a aquellos primeros chapuzones de la infancia que en la adultez luego se observan con cierta conmiseración, con una luz diáfana caprichosa y maniquea. “Nos metíamos en el río, sí, pero de acuerdo a la corriente, porque ya en aquella época veíamos, miles, miles, de aritos de forros flotando”. Raninqueo no sabe, no recuerda, si se trataban de preservativos uruguayos o locales.
La primer canción de Río ir es elocuente. Sintetiza un estado de situación de la escenografía con el estado de ánimo del artista que la interpreta. Esa letra que abre el disco dice, profunda y sencillamente: “hola, hola, río / yo también estoy herido”… Raninqueo lo explica bien: “la estética por la estética misma no me interesa. Eso está ligado a los noventa, al posmodernismo. No concibo una estética sin una ética. Y tampoco busco un registro testimonial”. Está clara la intención. Y los resultados de esa búsqueda, de cómo decantaron sus conocimientos sobre esa materia llamada “río”.
En esa búsqueda, hay otra canción que condensa la propuesta de Río ir, con su carga indiscutiblemente onettiana: “Mi canción es mi caballo / desviste los pastizales / donde crece la tristeza / la flor de todos los males (…) Mi canción es aquel humo / que fuma la petrolera / confundida entre las nubes / tal vez en el viento muera”. La atmósfera, milonguera, densa, está ahí.
No hay mucho por agregar, al menos por esta noche, en la que afuera se levantó un viento fresco del sudeste que viene, preciosa casualidad, de la costa.
Coda: aquella cuestión familiar que tanto preocupaba a Raninqueo al principio de estas líneas, por suerte, no pasó a mayores. A veces, muy de vez en cuando, ciertas cuestiones se resuelven así.
:: Apéndice celular
Mensaje de texto nro. I, post-encuentro: Dani, ¿estás bien?
Mensaje de texto nro. II, al día siguiente: En mi juventud, en esos paseos otoñales por la costa, me embriagaba cierta melancolía y era imposible no pensar, frente al río, en el paso del tiempo. Yo me iba a ir de este mundo y él iba a seguir ahí.
Mensaje de texto III: He obviado los géneros puros en Río ir. En otros discos, ha estado presente la murga porteña el tango o el folklore. En el disco las canciones pueden “remitir a”. Se podrán advertir ciertas vertientes pero en definitiva son este artefacto llamado canción el cual tiene dos patas, como dijera Ramón Ayala: “una pierna es la música y la otra la letra”.
Mensaje de texto III (2da. Parte): Una canción sin un buen texto puede caminar pero va a renguear. Volviendo al río, me gustaría decirte que en mi niñez fui atravesado por un poema y una canción que lo tienen como tema. Creo que el poema es de Jorge Manrique, si mal no recuerdo, si no buscalo en internet, que dice:
Mensaje de texto III (3ra. Parte): el río es la vida que va a dar al mar, que es la muerte. Y “La canción del jangadero”: piel de barro, fabulosa lampalagua…
Mensaje de texto IV, dos o tres días después: Como sucede en el folklore, existe una mimesis con el paisaje. Lo que le sucede al río me sucede a mí: “Hola río, yo también estoy herido, tu canto de barro hoy se hace cauce en el mío…”.
Mensaje de texto IV (segunda parte): Te doy este ejemplo de una canción del nuevo disco: “En el maizal/ no pierdo la esperanza /de encontrar/ las notas de maíz / que me faltan”.
Mensaje de texto IV (tercera parte): En definitiva, es música con un pensamiento argentino y rioplatense que no está aislado del mundo, digamos. Y ahí establezco mis pactos y mis discordias. ¡Cefiní por ahora, jaaaaa!
Mensaje de texto V, diez días después de realizada la entrevista: Estoy en tu casa, está todo bien. ¿Le doy de comer a Lila? Dos cosas más me gustaría nombrar entre los «acopios», libros que me abrieron puertas como La ribera, de Enrique Wernicke, los ya nombrados Madariaga y Ortiz y El agua y los sueños de Gaston Bachelard.
Mensaje de texto V (2da. Parte): No te olvides de remarcar que los arreglos y la producción musical son nada menos que del arreglador y guitarrista de Litoral de Liliana Herrero. Rolón le dio un universo a cada una de mis canciones. ¡Chan chan! Pd: todas estas son cosas que no te conté y son importantes, creo.
Mensaje de texto VI: ¡Me olvidaba! Este año sale Vereda al campo, el disco doble que acabo de grabar con Rolón.
Daniel Krupa nació en marzo de 1977 en Berisso, Provincia de Buenos Aires. Es autor de cinco novelas breves: “Serpientes”, “Gelp!”, “Cerca”, “Madrid” y “El sobretodo Metafísico”
muy buenaaa
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