Hace algunos días nos llegó este texto genial de nuestro amigo Luis Rodeiro, venía con una hermosa devolución sobre Carapachay que nos reservamos para nosotros y que agradecemos. El texto está lejos de referirse al rio y sin embargo es algo que queremos publicar porque nos convoca, nos moviliza y hasta nos interroga. Hay algo en este texto, algo muy íntimo, algo muy sentido y a su vez muy recordado. Sacado, mejor aún rescatado, de un baúl, el articulo nos enfrenta a un momento de incertidumbre que se expresa en un plano muy personal, muy ensimismado y que sin embargo refiere a un evento que todos conocemos. El texto brota, como si dijésemos de esa dialéctica entre lo subjetivo y lo material, entre lo vivido y lo contemplado, entre lo que sucedió y lo que aún no se sabe como sucederá. Brota y se instala en la actualidad con nuevas formas y con nuevos interrogantes, ahí está su potencia, que no es meramente emotiva aunque mucho de eso se pone en juego. Lo publicamos, entonces, porque podemos y porque queremos, pero sobre todo porque, aunque no hable del río, a su modo, habla de su tema como nosotros hablamos del río.
Con este texto, además, inauguramos esta sección en la que nos permitiremos publicar, de aquí en más, aquellas cosas que a nuestro entender no pueden esperar a un próximo número para ser publicadas o que se nos presentan así, de manera imprevista, de sopetón. El río nos presta una imagen que en algún sentido puede sintetizar el espíritu de esta sección, es la imagen de la crecida. La crecida como momento episódico pero conocido, como momento intempestivo, disruptivo. La crecida que trae y deja cosas cuando uno menos se lo espera, cosas como este texto hermoso de nuestro amigo.
Guiñazú, Ronsino, Russo.
Artículo publicado originalmente en: HOY DÍA CORDOBA / 23 DE JUNIO DE 2015
Opinión
A 42 años del regreso de Perón
Las vísperas del Retorno
Luis Rodeiro
El 20 de junio se cumplió un nuevo aniversario del retorno definitivo de Perón a la patria. Estábamos en la corta “primavera camporista”. Hacía menos de un mes que habíamos recuperado la libertad, por la amnistía decretada por el gobierno nacional y popular. Con un grupo de compañeros carcelarios, habíamos abandonado la organización política a la que pertenecíamos y estábamos viviendo ese fenómeno político desbordante. Hace 42 años de aquel episodio. En una caja donde guardo recortes, notas, textos propios y ajenos, encontré lo que había escrito exactamente en las vísperas de esa prolongada espera, después de una larga noche, antes de la partida para Ezeiza. Copio textualmente, que cada quien saque las conclusiones.
“Hoy llega. Llega para quedarse. Después de 18 años. Todo hace pensar en un recibimiento multitudinario. Las informaciones dan cuenta que ya hay grupos numerosos en Ezeiza. Hay entusiasmo. Somos muchos los que por primera vez, por primera vez, estaremos en un acto central del peronismo. En un acto, con Líder y todo. Y todo el peronismo lo espera. De manera distinta. Cada tendencia, cada sector, con inmensa fe, espera a “su” líder.
¿Cuál llegará? Cada grupo tiene una cita en algún lugar de Buenos Aires. También sus consignas encontradas. Por mi parte, después de tres años de encierro, he decidido ser un atento observador. Los rumores llegan y llegan en un estrecho bar donde nos hemos encontrado con algunos compañeros. Todos estamos en vísperas. Hilda nos cuenta un sueño de la noche anterior, mientras apuramos un vino. En el sueño aparece una multitud que agita pañuelos blancos y celestes. Una multitud que es un grito, un solo y rítmico grito. En el palco, por los altoparlantes, el vozarrón de Perón, que dice ¡¡Compañeros!!: ahora sabrán quién soy yo. Todos estamos pendientes del fin, pero Hilda cuenta que en ese momento se despertó.
¿Quién llegará? ¿El viejo líder? ¿El nuevo mito juvenil?. Perón ¿el reformista?, ¿el revolucionario? ¿el salvador del sistema? Perón ¿el de la patria socialista? ¿el de la patria justicialista? ¿Qué Perón? Mañana llega. Llega para quedarse. Estamos en vísperas.
Inevitablemente, el tema de los retornos se instala allí en la mesa del bar. Aquél primer intento durante el gobierno de Illia, que se frustró en Brasil. Por mi parte, recuerdo en ese momento el texto de una charla del Gordo Cooke, en Córdoba, invitado por la FUC, apenas horas después de aquél primer intento. El peronismo es el hecho maldito del país burgués. El peronismo, ese gigante invertebrado y miope que requiere una organización. Revolucionaria, decía el Gordo. ¿Qué pensaría hoy, en esta víspera del retorno definitivo? ¿Qué bandera levantaría? Las preguntas quedan sin respuestas.
Y el segundo intento, aquél día lluvioso, con un Rucci servicial cobijándolo con su paraguas y un Abal Medina con cara de niño a un costado.Lla policía levantando un cerco inquebrantable. Lanusse enredado en su propia red. El rey haciendo un enroque audaz, perfecto, oportuno. La dictadura replegándose, retorciéndose, herida en su orgullo. El Petiso se ríe y nos cuenta el chisme que los dirigentes montos, en aquellos días, hicieron leer a sus militantes Los 10 días que conmovieron el mundo, el clásico de Reed, mientras fragoteaban con un reducido grupo de oficiales menores que se sublevarían, encendiendo la chispa de una gran movilización revolucionaria. La chispa que incendiaría la pampa. Pero ¿quién llegaría hoy a Ezeiza para quedarse?
El Grandote imagina preguntas que el líder se formula en el avión que no es negro: ¿A qué país llego? ¿Es acaso la Argentina de 1945? ¿Acaso no hay una nueva Argentina? ¿Las recetas de ayer curarán los males de hoy? ¿No será demasiado tarde? ¿Será posible la unidad? ¿Podrá tener larga vida este equilibrio inestable que es el gobierno camporista? Cada uno ensaya una pregunta, imitando la voz del Viejo. De los presentes, con excepción del Petiso, somos todos peronistas por adopción. Él nos cuenta ahora de cuando iba a los grandes actos peronistas, de la mano de su padre. De cuánto lloró aquél 26 de julio, a las 20.25, al ver las lágrimas en el rostro de su madre. Del miedo que tuvo aquella vez en Plaza de Mayo, cuando los aviones de la marina bombardeaban a mansalva a las columnas obreras. De su rabia, cuando masacraron a los cumpas de León Suárez, cuando fusilaron a Valle. Y el Conintes. Y las huelgas y los caños.
Nos emociona. ¿Somos menos peronistas que él? ¿Son más peronistas los que sólo tienen nostalgias del 45? ¿Son menos peronistas los que hablamos de futuro?
Al Petiso lo conocí varios años atrás en la CGT de los Argentinos, donde la lucha contra el peronismo burocrático, anquilosado, había crecido y profundizado. Lucha en que ambos contendientes habíamos invocado a un Perón distante y que hoy estábamos en vísperas del arribo del viejo líder, que venía para quedarse. El cierre inminente del bar, en la madrugada porteña, apuró los saludos de despedida. Cada uno tomó su rumbo en la ciudad que se desperezaba. ¿Quién llegaría? Con Mariana, tomados de las manos, en silencio caminamos hacia el pequeño departamento que nos habían prestado. Nos cambiamos de ropa y de calzado. Nuestra columna, integrada por Mariana y por mí, partiría en un par de horas, rumbo a Ezeiza. Habíamos decidido ese día, convertirnos en observadores atentos de un hecho histórico. ¿Cuál Perón volvía?”.